El Crátilo de Platón
Como observa atinadamente Guthrie,5 en este diálogo se nos presenta Sócrates más travieso y caprichoso que nunca; adopta una postura y despuésla exactamente contraria, quizá de manera similar a como lo hacían los sofistas y también quizás como una crítica de Platón no sólo a ellos sino a la ambivalencia de la discursividad misma. Se examina la cuestión tópica de la “corrección de los nombres” desde diferentes ángulos explotando hábilmente la forma dialógica o exposición dialéctica. Como señala también el inglés, no es de extrañar las amplísimas discrepancias entre los especialistas sobre lo que intenta hacer aquí Platón –cuál es su postura-, más no nos deja duda alguna de cuán importante era para él, y la necesidad, no de darnos una respuesta, sino que reflexionemos sobre ello.
No voy a hacer una exposición de todo el diálogo –a manera de resumen- pues dado el tema de este ensayo, la discusión que quiero abrir respecto al Crátiloes más de fondo que de forma, para lo cual me guiaré más adelante por los comentarios de Proclo. Los personajes del diálogo -junto con Sócrates- Hermógenes y Crátilo han argumentado sobre la situación de los nombres de acuerdo a la antítesis nomos-physis y deciden presentar su disputa a Sócrates. Hermógenes sostiene que los nombres son impuestos por acuerdo, es decir, son una convención (nomos) que puede cambiar a voluntad de los individuos; por otra parte Crátilo sostiene una tesis naturalista, afirmando que todo tiene un nombre naturalmente correcto –sea para griegos o extranjeros-; el diálogo de Sócrates se desarrolla en dos partes, primero con Hermógenes y luego con Crátilo. Prácticamente todos los comentadores modernos –y a su modo también lo hará Proclo- están de acuerdo en que muy probablemente Platón pretende, al llevar cada una de las dos tesis al extremo, mostrarnos que ni una ni otra es exclusiva o completamente correcta, sino que hay un punto medio o cierta complementariedad de las tesis. A lo largo de la argumentación de Sócrates a favor de una postura y luego a favor de la otra, al parecer, Platón nos va “soltando”, indicando puntos que consideraría importantes para nuestra reflexión. Y quizá más importante, nos muestra que el lenguaje mismo se puede prestar para defender una u otra postura igualmente; es decir, que el lenguaje es un medio o instrumento, como se sugerirá en la discusión con Hermógenes (385c-427d), pero que también se menciona en la discusión con Crátilo (428c-440e) respecto a que la finalidad del nombre es instruir. Si la función del lenguaje es mediadora, y se puede argumentar hacia una dirección o su contraria, entonces el punto medio hacia el que se nos apunta (entre ambas posturas en el diálogo) es la interpretación, tal como Sócrates interpreta algunos nombres en favor de una idea del flujo universal de todas las cosas y luego interpreta los mismos en favor de una idea de permanencia e inmutabilidad esencial.
Quiero suponer que no es en lo absoluto gratuita la mención de Hermes (408a,b) al que se relaciona con la palabra misma y la fuerza de ésta. Sócrates hace una etimología de su nombre respecto a hermenea, intérprete. Le llama nada menos que inventor del lenguaje y la palabra. Hermes es el dios mensajero patrono de los heraldos y de los intérpretes (de lenguas extranjeras o bien de signos o presagios sagrados, como los astrólogos y otros adivinos); pero también patrono de los comerciantes y de los ladrones y mentirosos: ¡todo esto una caracterización muy interesante de la palabra y el lenguaje mismos! La figura de Hermes nos conecta con el dios inventor de la escritura y el alfabeto que aparece en el Fedro, Teuti, o como llamaban los griegos al dios egipcio, Thoth, a quienes identificaban con Hermes. Recuérdese que el contexto de la narración en el Fedro es la desconfianza respecto a la palabra escrita como medio de enseñanza o de transmisión de sabiduría. Creo que la figura de Hermes y el concepto de interpretación (e interpenetración) puede ser muy rica como línea de investigación ha seguir en el Crátilo.6Nosotros nos quedaremos aquí pues nos da pié a una de las ideas principales que Sócrates esboza respecto al lenguaje en su diálogo con uno y otro interlocutor; ideas que a continuación he de destacar.
El lenguaje como acción, el nombrar, que se realiza con sus propios instrumentos, las palabras, lo caracteriza Sócrates como aquello que distingue las cosas unas de otras (el símil de la lanzadera), pero también como comunicación, lo que implica no sólo comunidad, sino literalmente, “enseñanza mutua”; esa interpenetración o interrelación e interdependencia que supone la interpretación (la reiteración cuasi trabalenguas es intencionada): decir es también escuchar; el lenguaje dice y nos dice –nos habla- al hablar, nos interpela en nuestro decir. Pero suficiente de juegos y malabares herméticos; recuérdese lo travieso de Hermes –figura simbólica de la inteligencia- en los mitos. Al comienzo de su diálogo con Hermógenes, Sócrates da por supuesto que “el nombre tiene por naturaleza una cierta exactitud” (391a), y esta “cierta exactitud”, aquello que nunca queda claro exactamente cómo se da, dependerá en cierto modo de la “esencia de la cosa que se manifiesta en el nombre”(393d); dicha manifestación se hará por imitación, por medio de letras y sílabas, de la esencia de aquello nombrado. ¿Pero nombrar es –sólo- imitar? se pregunta Sócrates respecto a la mímesis en 423a. Como preámbulo a la idea de la imitación, en donde el nombre será como una imagen del la esencia de lo nombrado, Sócrates ha jugado etimológicamente con la oposición entre verdad (aletheia) y falsedad (pseudo) (421a); es interesante que falso no quiere decir completamente no-verdadero, sino su simulacro.
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